Foto de James Verone a través del cristal de una cabina de visita en la cárcel …
Hace unas semanas James Verone salió de su casa en Gastonia, Carolina del Norte, dispuesto a cometer un robo en un banco. Minutos antes había escrito al periódico local para informar sobre lo que acontecería en la sucursal: “Cuando ustedes lean esto, ya habré cometido el robo. No estoy mal mentalmente, solo enfermo físicamente”.
Verone llegó al banco RBC desarmado y le entregó una nota a la cajera en la que decía poseer una pistola: “Esto es un atraco, deme un dólar”. Y después, tal y como la mujer le indicó, se sentó a esperar a que llegara la policía. El arresto se produjo sin que opusiera resistencia, con la espera de llegar a la cárcel y poder solucionar al menos uno de sus problemas: la necesidad de un tratamiento.
El ladrón desesperado, que nunca antes había tenido problemas con la ley, padece una enfermedad en el pecho y en la columna vertebral que podría tratar si no estuviera desempleado. Llevaba trabajando como repartidor desde los 17 años, pero con el despido perdió también su seguro médico.
Por el momento, Verone permanece ingresado en la prisión estatal de Gaston bajo fianza de 2000 dólares (unos 1400 euros), y parece haber conseguido parte de su objetivo, ya que es visitado por enfermeros y tiene citas con médicos y especialistas.
Según el manual carcelario, los internos deben abonar la cantidad de 5 dólares (unos 3,5 euros), por cada visita que reciban. Sin embargo, el mismo manual establece que no se le negará a ningún preso la atención médica que necesite, tenga dinero o no.
Contra él se han presentado cargos por hurto a una persona (ya que la cantidad que robó no fue suficiente para considerarlo un delito) y podría enfrentarse a una pena de uno a tres años de cárcel, justo el tiempo que necesitaría para tratar su enfermedad. Mientras espera la celebración del juicio, este inusual ladrón desea ser castigado con la mayor pena posible, para así superar su dolencia con éxito.